Hola, tal y como os dije os voy a poner por escrito las instrucciones para este ejercicio.
1-Recordad que debéis descargar el programa Finale desde la sección de descargas (Música) de esta web.
2-Después de instalarlo, lo abrís y ponéis vuestro datos en la configuración de la partitura (nombre y grupo)
3-Seleccionais la flauta como instrumento, un compás de 4/4 y en clave de Do (la que viene por defecto)
4-Una vez hecho esto tenéis que componer una melodía de 16 compases con las siguientes características:
a.Sólo podéis usar blancas, negras y corcheas (más sus silencios)
b.La melodía tiene que empezar en do. En el compás 4 tiene que acabar en sol, en el 8 en do, en el 12 en sol y el 16 en do.
5-No olvidéis que estos sólo es una práctica para manejar el programa, pero cuanto más bonita os suene la melodía mejor.
Cuando lo acabéis me lo enviáis a: musica@iesovilladelmoncayo.com
El plazo es hasta el viernes 8 de octubre.
En el engranaje silencioso de una cocina profesional, hay piezas que no firman platos pero sin las que ningún servicio podría salir adelante. Una de ellas, sin duda, es el fregadero industrial. No luce en carta ni genera likes, pero sin él no hay operativa posible. Es la columna vertebral de la higiene, la logística del lavado y, en muchos casos, la diferencia entre un expediente aprobado y uno bloqueado por Sanidad.
Cuando se trata de montar, renovar o adaptar una cocina en el sector de la restauración, elegir el fregadero adecuado no puede tomarse a la ligera. Desde el tipo de acero hasta la disposición de las cubas, pasando por la accesibilidad o los requerimientos normativos, cada detalle suma (o resta) en la ecuación del éxito.
Que no te engañen los acabados brillantes o los precios atractivos de ciertos modelos. El estándar real, el único que de verdad cuenta en hostelería, se llama acero inoxidable. Y no es una cuestión de imagen. Hablamos de resistencia a la corrosión, tolerancia a los agentes químicos, facilidad de limpieza y, sobre todo, durabilidad.
El mobiliario de acero inoxidable —y dentro de él, los fregaderos— es uno de los elementos más vigilados en cualquier inspección. No por capricho, sino porque es la garantía de un entorno aséptico, continuo y sin aristas donde se esconda la suciedad.
Aquí entra en juego el primer gran criterio de selección: que el fregadero esté fabricado con acero inoxidable de calidad industrial, con acabados que permitan una limpieza profunda y sin esfuerzo.
Por eso es fundamental invertir en un fregadero industrial que cumpla con los estándares higiénico-sanitarios. No es solo una compra; es una declaración de intenciones ante la normativa.
El fregadero perfecto no es el más caro ni el más grande: es el que responde a las necesidades operativas de tu cocina. ¿Trabajas con mucha vajilla? ¿Manipulas alimentos crudos? ¿Tienes un equipo numeroso o un flujo constante de limpieza? Cada respuesta debe influir en tu decisión.
Los modelos con una sola cuba son ideales para espacios reducidos o usos puntuales, mientras que los de doble o triple cuba permiten separar procesos, optimizar tiempos y cumplir con normativas que exigen zonas diferenciadas para lavado, enjuague o desinfección.
Además, hay que considerar si necesitamos escurridores, estanterías inferiores, bastidores abiertos o cerrados, o incluso módulos acoplables. Todo suma en eficiencia.
Y conviene no olvidar los requisitos locales: muchos municipios exigen fregaderos independientes para ciertos procesos o lavamanos separados. Un modelo que no cumpla con esto puede convertirse en una barrera para tu licencia de actividad.
En este contexto, lo más recomendable es apostar por fregaderos industriales certificados, que garanticen la seguridad, la durabilidad y la adaptabilidad de tu instalación.
No basta con tener fogones ni un chef estrella. La cocina debe pasar por un filtro técnico que certifique que cumple con todas las garantías de seguridad e higiene. Y ahí, el fregadero tiene un papel protagonista.
Su tamaño, su posición, su conexión a la red de saneamiento, la altura, el peto trasero o los materiales, son revisados por inspectores con lupa. No es exageración: muchos expedientes se retrasan por detalles tan simples como un sifón mal instalado o una cuba que no permite separar procesos.
De ahí la necesidad de planificar esta decisión con perspectiva y no dejarse llevar por el “ya lo pondremos”. Un fregadero mal elegido puede obligarte a reconfigurar la cocina o, peor, a rehacer instalaciones completas.
En esa línea, las soluciones modulares cobran protagonismo. Nos referimos a fregaderos que se integran con mesas de trabajo, estanterías o zonas de prelavado, manteniendo una estética uniforme y —más importante aún— un circuito de trabajo fluido.
Muchas cocinas industriales de última generación apuestan por esta filosofía: versatilidad, higiene continua y cumplimiento normativo, sin renunciar a la estética.
Hoy más que nunca, los negocios de hostelería deben ser flexibles y escalables. La demanda cambia, los equipos crecen, los menús evolucionan. En ese escenario, un fregadero fijo y limitado puede convertirse en un problema.
Los fregaderos modulares permiten rediseñar el espacio sin grandes obras. Se adaptan al crecimiento del negocio, se integran con otros elementos (lavamanos, mesas de trabajo, zonas de secado) y mantienen la continuidad higiénica del acero inoxidable.
Algunos modelos incluso incorporan sistemas de ahorro de agua, válvulas de gran caudal, rebosaderos y accesorios de prelavado que mejoran la eficiencia energética y reducen costes operativos.
El mejor fregadero del mercado no sirve de nada si no se mantiene con rigor. De hecho, un modelo premium mal cuidado puede generar más problemas que uno básico bien atendido.
La rutina debe incluir limpieza diaria con agua caliente y jabón neutro, aclarado tras cada uso y desinfección diaria con productos homologados o vinagre blanco. Semanalmente, es recomendable revisar los desagües, desmontar filtros y limpiar rejillas.
Un fregadero atascado o con mal olor afecta a todo el entorno de trabajo y transmite una imagen pésima a cualquier cliente o inspector que asome por la cocina. La prevención, aquí, no es una opción: es parte del servicio.
Evitar estos errores pasa por informarse, dejarse asesorar y confiar en proveedores especializados en mobiliario de hostelería. Lo barato, en hostelería, suele salir muy caro.
Puede que no dé conversación, ni protagonice vídeos de TikTok, ni tenga nombre propio. Pero el fregadero industrial es uno de los pilares reales de cualquier cocina que funcione. Su presencia garantiza limpieza, orden, fluidez operativa y cumplimiento normativo.
Invertir en un modelo adecuado no es un capricho técnico, es una decisión estratégica. Una que mejora el día a día del equipo, optimiza procesos y evita sorpresas desagradables en la carrera por conseguir —y mantener— esa preciada licencia de actividad.
Así que antes de elegir hornos, planchas o abatidores, piensa en el fregadero. Porque si hay un punto donde comienza y termina la higiene, es ahí. En el acero inoxidable, en la cuba correcta, en la instalación bien pensada. En lo que no se ve… pero lo mantiene todo limpio.